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jueves, 18 de noviembre de 2010

UN PASO ATRÁS... PARA TOMAR IMPULSO.

Cambian los tiempos. No puede ser de otra forma. Lo que nos ha atropellado es esta puñetera crisis, porque con su contumacia nos ha obligado a cavar rápidamente la trinchera. Allí metidos, a diseñar el plan de contraataque. O nos movemos o nos llevan por delante:
Tenemos que identificar al enemigo. Ubicarlo. El problema, en este sentido, es que no tenemos uno solo y, además, que en algún caso, ese enemigo no es fácilmente identificable. El dinero, absolutamente tangible, principal argumento a la hora de abordar el problema por parte de algunos asegurados que no ven más allá. La psicosis, que no se puede ver pero que se siente, de que tenemos que reducir los gastos a costa de lo que sea. Anulamos contratos, eliminamos coberturas de las pólizas que tenemos, asumimos el riesgo, ponemos velas. Y cuando no nos queda más remedio -seguros obligatorios- los queremos más baratos como premisa fundamental. Importa menos la calidad de la gestión, el servicio, la cercanía... Hay que ahorrar como sea. Y en este maremágnum desatado, llegan las compañías y se tiran montaña abajo ofreciendo los duros a cuatro pesetas, el caso es vender.
Algunos clientes llegan a la, para ellos, lógica conclusión de que si les revisamos los precios a la baja, es porque antes hemos ganado mucho dinero con sus cuentas, y nos piden, nos exigen en algunos casos, que las revisemos todos los años, por sistema. En esas estamos, metidos hasta las trancas en una guerra de precios que parece no tener fin.
Pues nada, lo dicho, habrá que otear el horizonte y preparar la respuesta, el contraataque. No vale de nada sentarnos a llorar nuestras desgracias que, por cierto, están bastante repartidas. Urge la contraofensiva, vamos a aguzar el ingenio, a reinventar nuestro negocio, vamos a utilizar, además, otros canales de oferta, es también muy importante que redoblemos nuestros esfuerzos en pos de la mejora de un servicio que debemos convertir en primordial para los clientes que se quieren diferenciar del resto y que, en realidad, lo que buscan es la verdadera rentabilidad: mejor atención, menos molestias, más cercanía,  más tiempo para invertirlo donde quieran, mayor satisfacción, en definitiva todo esto que, cuando lo juntamos, no tiene precio.
Un momento. Me estoy dando cuenta de que todo esto es un ejercicio de autosugestión, fundamentalmente, que no se vaya nadie a creer que hemos descubierto el secreto de la pirámide. Son reflexiones en alta voz que, a lo mejor, ayudan un poco. Pues vale. Me conformo.



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