Buscar este blog

jueves, 30 de diciembre de 2010

ADIOS 2010, TANTA PAZ LLEVES...

Aunque en realidad esto que es la vida no es más que un suceder continuo de momentos que vienen y se van a la velocidad de la luz, nos empeñamos en controlar todo y les llamamos segundos, horas, días, meses o años. Pues se va este, al que nombramos como 2010, y nos deja un rastro de tristeza. No ha sido bueno. En lo personal, o mejor dicho en lo familiar, nos arrancó por la fuerza a José Luis y nos dejó huérfanos de su alegría, ausencia irreemplazable por mucho que lo intentáramos. Cambiaríamos seiscientos años de crisis por regresarlo.
En lo económico, que es de lo que habla todo el mundo, ha sido como presagiábamos en sus comienzos, malo. Ni teníamos oráculo, ni fuimos visionarios, era de cajón. Cuando se va pendiente abajo y no hay muchas cosas a las que agarrarse, es muy lógico predecir un porrazo, más grande o más pequeño. Nosotros terminamos magullados, pero vivos y dispuestos a remontar.
Nos preocupa como superar las dificultades que nos acechan y que afectan a nuestro sistema económico, digo al nuestro, al de por aquí, al que vemos y entendemos, no a ese otro impenetrable, inescrutable, incomprensible para la mayoría, por mucho que nos empeñemos en licenciarnos en cuatro días y caigamos, de vez en cuando, en la tentación de impartir lecciones magistrales, generalmente en la barra de algún bar. Nos debería preocupar más, mucho más, como combatir la otra crisis, la realmente importante, la que nos acucia el alma, la de nuestros valores como personas. Necesitamos perentoriamente superar esa tremenda crisis que se ha adueñado de nosotros, que nos ha emborrachado de pragmatismo, que nos terminará por idiotizar del todo si no le plantamos cara, con un par...
Espero que el personal termine por darse cuenta de que uno no vale más porque tenga más dinero, que nuestro objetivo en la vida debiera ser la superación, la especialización. Tenemos que luchar por ser buenos, si es posible los mejores, en lo nuestro. Cada uno en lo suyo. Un albañil, un fontanero, un ingeniero nuclear, un agente de seguros, nos debemos exigir cada día ese margen de mejora, porque así terminaremos por sentar las bases reales de nuestro éxito que, bien mirado, es esa meta que nunca conseguimos alcanzar del todo. Pero está bien que lo intentemos y que lo hagamos, por supuesto, sin pasar por encima de nadie, que el capital humano es el único que se puede poner a salvo de los mercados. Que impere el sentido común, que vuelvan las buenas maneras. Que el año que nace empezando a morir no se lleve con él a quien no le corresponda y que, si es posible, no sea otro año en el que cambiemos la formación y el buen criterio por la zafiedad y el atontinamiento general. Que nos podrán quitar el dinero pero que no nos despojen de nuestra condición de seres inteligentes. Que nadie nos quiera salvar de nada, que seamos capaces de elegir.
Son reflexiones de un tiempo que muere y nace sin solución de continuidad por mucho que nos empeñemos en llamarle Año Nuevo. Y, por supuesto, un deseo que me gustaría compartir con todos vosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario